LAS FLORES DEL MAL de CHARLES BAUDELAIRE



“Mientras no cambie el corazón del hombre Las Flores del Mal de este sincero escritor permanecerán sin marchitarse”.
          Las Flores del Mal son, en efecto, una metáfora, pero por lo mismo, más honda que la realidad aparente. Baudelaire ofrece en ella su propia existencia. Pocos escritores han expresado con tanta exactitud el placer de los sentidos y el dolor de la conciencia ante la bestialidad o el pecado.




“Habría que añadir dos derechos a la lista de derechos del hombre: el derecho al desorden y el derecho de marcharse”
C. BAUDELAIRE



APUNTE BIOGRÁFICO

Charles-Pierre Baudelaire, que en 1867 abandonó este mundo, había venido a él un nueve de abril de 1821. Su padre Joseph-François Baude­laire, un sesentón que había colgado la sotana en 1789; era, entre otras muchas cosas, un pintor aficionado. Muere cuando Charles cuenta con tan sólo 6 años. Un día, Charles descubrió un hecho que, en su edad adulta, no podrá borrar de la memoria: su madre, Caroline Archimbaut Defays, vendió las pocas pinturas que le quedaban de su marido, cosa que el hijo le echará en cara en más de una ocasión a lo largo de toda su vida.[1]
          Inició sus estudios en Lyon en 1832 y los prosiguió en París, de 1836 a 1839. Caroline que está aún en edad de merecer; se desposa en 1828 en segundas nupcias, tras notorio y corto luto, con Jacques Aupick, a quien le esperaba una fulgurante carrera militar. Charles no olvidará esta boda y para él, una imperdonable traición de los nuevos esposos hacia su padre. Por eso sintió aversión por su padrastro y acabó vagando de internado en internado hasta que se dedicó, sin más, a la bohemia.
          Pronto conoció a una prostituta a la inmortali­zó[2] en Las Flores del Mal: era Sarah “la judía”, también apodada “la bizca” – de la que se dice que contagió a Charles la sífilis.  
          En un consejo de la familia y bajo la presión del ya su padrastro, el general Aupick, deciden alejar a Charles de París obsequiándole con un viaje, lo que él interpretó como un castigo estúpi­do. El nueve de junio de 1841 partió del puerto de Burdeos con destino a Calcuta. Se trajo de este viaje ese poco de exotismo para sus paisajes soñados que bien pudiera explicar su afición por Jeanne Duval, una actriz de segunda del Porte Saint-Antoine, de grandes ojos negros, carnosos labios sensuales, pelo crespo y todas las virtudes que por aquel entonces se imputaban a las mulatas: alcohólica, gastadora, mentirosa, ignorante y en tal grado dada a la vida de placer que el poeta ya nunca pudo separarse de ella. No obstante pasó por muchos propósitos de enmienda y de ruptura. Pero fue Jeanne su musa tierna, bestial y satánica, y a ella debió en parte el horror de su existencia y su gloria final como de poeta.
          A su vuelta a París exigió y obtuvo la ingente suma de setenta y cinco mil francos que le correspon­dieran de la herencia paterna. Desde entonces, su comportamiento fue conducido por la elegancia y generosidad de un dandi y su afición por la noche parisina dilapidó en tan sólo un año la mitad de su inmenso patrimonio.
          Una tentativa de suicidio le reconcilia provisionalmente con su madre. En 1846, descubre la obra de Edgar Allan Poe, ese otro incomprendido que se le asemeja, y que  durante diecisiete años, Baudelaire va a traducirla.[3]  Fue además pionero en el campo de la crítica musical, donde destaca sobre todo la opinión favorable que le mereció la obra de Wagner, que consideraba como la síntesis de un arte nuevo. También participó de la revolución de 1848, más por exaltación que por convicción.[4]
          En 1857 ve la luz su obra Las Flores del Mal. Y en un corto periodo de tiempo se publicaron los Paraísos artificiales (1858-1860). Durante estos años pasó la mayor parte de sus días al acecho de los acreedores, a pesar de: las ganancias de su pluma, los envíos económicos que le hacía su madre y las asignaciones mensuales que le dispensaba su administrador. Las deudas y otras razones[5] explicarían su autoexilio en Bélgica en abril de 1864.
          A partir de aquí, su salud comienza a deteriorarse. Siente ahogos, sufre crisis gástricas y la sífilis reaparece con mayor virulencia. Para combatir el dolor, fuma opio, toma éter… físicamente es una ruina.
          Sufre un primer conato de parálisis en 1865, y los síntomas de afasia y hemiplejía, que arrastraría hasta su muerte, aparecieron con violencia en marzo de 1866, cuando sufrió un ataque mientras visitaba la iglesia de Saint Loup de Namur.
          Trasladado urgentemente por su madre[6] a una clínica de París, permaneció sin habla pero lúcido hasta su fallecimiento. Agoniza durante un año. Se apaga a los 46 años, el 31 de agosto de 1867, en los brazos de su madre. La primera edición de sus obras completas se publicará en 1939. Charles Baudelaire es considerado el padre, o, mejor dicho, el gran profeta, de la poesía moderna.
“LAS FLORES DEL MAL”
          DE SU PUBLICACIÓN Y SU LECTURA
          El libro que nos ocupa, titulado en francés Les fleurs du mal se puso a la venta el 25 de junio de 1857 y sucedió lo que el poeta preveía: provocó un importante escándalo. Las Flores del Mal fueron juzgadas como obscenas y consideradas “ofensivas a la moral pública y las buenas costumbres”. Fue procesado y obligado a pagar una importante multa: trescientos francos. Sin embargo, ni la orden de suprimir seis de los poemas del volumen, ni la multa, impidieron la reedición de la obra en 1861. En esta nueva versión aparecieron, además, unos treinta y cinco textos inéditos a pesar de sus escasísimos apoyos.[7]
          El Prólogo está escrito por el propio Baudelaire y lleva el elocuente y desafiante título: “Al lector”, en el cual se hace una honda requisitoria a las bajezas morales que minan las bases espirituales de la condición humana a través de su fachendoso tránsito por las diversas edades de la historia.
          DE SU ESTRUCTURA Y MENSAJE
          El acercamiento a este libro puede hacerse perfectamente como un “tratado moral” en el sentido que los moralistas dieciochescos franceses le asignaban a esta expresión. El poeta alza su estilo lírico contra la mezquindad, la culpa, el error y demás taras éticas de un mundo, paradójicamente, en plena expansión capitalista.
          La elección del título es ironía y contradicción. Recordemos expresiones y relaciones que se hacía en épocas pretéritas entre las flores y la juventud. La flor como símbolo evocador del amor, de los perfumes… en cambio su poesía es ponzoñosa, las flores, tan bellas se asocian al mal como concepto. Es un título rico, cromático, evocador. Está lleno de sentidos, de relaciones. Es una mezcla entre la realidad y el tópico: es una constante simbólica. Al principio de la obra, Charles se dirige al lector fusionándolo con él en su necesidad de liberar estos monstruos:… Lector, tú bien conoces al delicado monstruo, -¡Hipócrita lector -mi prójimo-, mi hermano!
          En cuanto a su estructura, consta de una primera parte, titulada por el bardo maldito Spleen e Ideal que consta de unos cien poemas de regular extensión y en los cuales habla, como nunca nadie lo había hecho hasta el momento, sobre la belleza, el orgullo, el remordimiento, lo irreparable, la música, la tristeza, la obsesión, el dolor, el hastío y el tedio como materia poética de creación verbal.
          A la segunda parte, denominada: Cuadros Parisienses  a la que le siguen El vino, Las flores del mal, Rebelión y La muerte. Textos cuya sola mención ya lo dicen todo o casi todo.
          En un apéndice se añade además un suplemento que consta de los llamados Poemas Prohibidos y que son: Las alhajas, el leteo, a la que es demasiado alegre, Lesbos, mujeres condenadas y Las metamorfosis del vampiro. Y un segundo apartado titulado Nuevas Flores del Mal. Ambas fueron añadidas por el Charles Baudelaire en la edición de 1861 y en esta edición se estructuran bajo la consideración inicial marcada por Adam.[8]
          Su lenguaje se aleja mucho de los versos matemáticamente medidos. En vez de tallar la poesía con exactitud geométrica, la suya se desliza, ondea, vibra según el espíritu que la inspira. En su  métrica predominan los octosílabos y los endecasílabos agrupados de manera flexible en cuartetos y sonetos libres. Son rimas constantes, plenas y  sonoras. Busca deliberadamente una musicalidad que a veces parece susurrar misteriosa, sobriamente, y otras, en cambio, se eleva estridente con timbre metálico. Las Flores del Mal están escritas en un francés culto, suntuoso y propenso a lo barroco.
          DE SU DECADENCIA POETICA
          En líneas generales, el espíritu poético de Baudelaire era un espíritu presa de un alma insumisa, irreverente ante los constituidos de la época. Una sensibilidad iconoclasta no podía sino anidar en una mente profundamente anticlerical. Qué podía pensar un ciudadano francés al leer algo como esto:
“Oh tú, el Ángel más bello y asimismo el más sabio Dios privado de suerte y ayuno de alabanzas, ¡Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!”
          Se convirtió así en poeta enemistado con la lógica que sustenta los tejidos discursivos del mundo moral y religioso de su época. Fue blasfemo y anticlerical por que hacerlo estaba de moda, porque era un signo de rebeldía contra la burguesía. Pero esto no significa que no haya vivido dolorosa, profundamente angustiado por la agonía cristiana, tanto más intensa cuanto más se le amargaba y ensombrecía la existencia. Si tuviéramos que apurar algún adjetivo sería el de genio de la poesía de la vacuidad y el horror.
          Considerado padre espiritual del decadentismo. Los críticos coinciden al señalar que formalmente abrió el camino de la poesía moderna. Su oscilación entre lo sublime y lo diabólico, lo elevado y lo grosero, el ideal y el aburrimiento angustioso (el Spleen) se corresponde con un espíritu nuevo, y precursor, en la percepción de la vida urbana. Además, estableció para la poesía una estructura basada en las antedichas correspondencias o trasvases perceptivos entre los distintos sentidos. Las correspondencias equivalen a audaces imágenes sensoriales que representan la caótica vida espiritual del hombre moderno. El simbolismo de Rimbaud, Verlaine y Mallarmé, es deudor de esta profunda concepción estética de Baudelaire.
          En resumen, su rebeldía no solo es contra la sociedad, sino contra el lenguaje que estaba amarrado por la métrica y la rima. Baudelaire cambio la forma de ver, sentir y escribir sobre el mundo: crea el poema en prosa; mezcla de lírica y narrativa a través de este nuevo tipo de escrito que le permite demostrar que la poesía no reside en ninguna forma. Mezcló los géneros literarios, tal vez porque entendió que estos son tan solo mecanismos de ataque de la mente a lo que se quiere presentar.
          En cuanto a la mujer en Baudelaire,[9] tiene un papel fundamental en la inspiración, de musa o solo estando presente en la obra creando, tal y como en la vida, un equilibrio con el hombre. Pero esta armonía entre los sexos, Baudelaire nunca la entendió totalmente y tampoco llegó a reproducirla en sus propias relaciones con las mujeres. Conocido en todo París por su vida desvergonzada y sus numerosas aventuras, Baudelaire tuvo sin embargo unas cuantas relaciones amorosas que podríamos calificar de serias. Unas con más influencias que otras sobre su personalidad, pero todas importantes en su arte poético por formar ciclos, que él denominó como los ciclos del amor.
          El tema de la mujer y de su influencia sobre el artista es redundante pero importante, sobre todo en el caso de un personaje como Baudelaire, y lo primero será intentar conocer al poeta un poco más precisamente. Es casi imposible definir el amor, y aún más cuando se trata de especificarlo según el pensamiento de alguien que no se conoce directamente; determinar el pensamiento de Baudelaire es por lo tanto improbable en este caso pero lo que podemos hacer es intentar delimitar los tipos de mujeres que él consideraba como tales.
          Por último, recordemos que la figura de Baudelaire se la recuerda como el "Padre espiritual de los malditos". Antes que nada definiremos el término: Poeta maldito. Con esta denominación se intentaba agrupar a todos los poetas franceses que de una forma decidida habían contribuido al desarrollo de la modernidad, que se caracterizaban no sólo por lo novedoso de sus ideas y poética, sino por su forma de estar en la vida, a contracorriente de todas las corrientes establecidas y academicistas del momento.
          CONCLUSIONES FINALES
          Parece que en Baudelaire todo llegó a destiempo; poeta contemporáneo al siglo XIX, censurado por la sociedad hipócrita donde le tocó vivir, alzando su voz valiente evidenciando dicha hipocresía. La misma sociedad hipócrita, que a los pocos años despreció el Impresionismo; y miró horrorizada el famoso desnudo de Modigliani por tener vello púbico.
          Fue borracho, opiómano, dilapidó una fortuna heredada; sus versos eran satánicos, observador crítico de su mundo circundante, cáustico pero no desde un pedestal, sino, partiendo de sus propias debilidades humanas.
          La Flores del Mal, es un libro cuyo primer mérito es la autenticidad en el sentido que no deja de señalar las cosas por su nombre, en una época azucarada y decadente, en que se hacía uso y abuso del estilo.
          París era una ciudad bullente, con todos sus vicios y virtudes. Todo nos hace pensar que fue un vividor y un vicioso, pero en sus Flores del Mal no hace apología de sus vicios, muy por el contrario: los condena uno a uno. Le habla al altísimo a veces enfadado de ver tanta injusticia; reniega de su mala suerte y de su destino de poeta, tan poco valorado.
          Vive en la época del romanticismo decadente: todo huele a rosas, no obstante la sífilis abunda y es incurable. Hoy, parece que a fuerza de elogios infundados, pretendiéramos reparar esa injusticia practicada en su persona por nuestros antepasados. Algunos hoy lo tratan del mejor poeta francés de todos los tiempos; del lodo al mármol, sin ningún pudor ni vacilación.
          Resulta doloroso mirar su sufrimiento y las observaciones que de él se han hecho como si se quisiera justificar su dolor. Se le acusa por dilapidar su fortuna omitiendo que era un poeta y no un economista o especulador. Tenía que ser así, morir en la miseria, como tantos grandes lo han hecho.
          Tampoco se ha vacilado en tratarlo de maldito pero desvirtuando la palabra maldición haciéndola aparecer como condición obligatoria del talento, por pseudo poetas, muchos de los cuales exhiben curriculum, que parecen más la postulación a una empresa multinacional, que la presentación de un artista. Se olvidan que al creador se lo juzga por su obra, no por su comportamiento personal y privado, tampoco por sus logros académicos; recordemos que muchos pintores famosos no terminaron la Escuela de Arte, por un motivo bastante razonable: el evitar influencias. Pero nuestra época se caracteriza por preferir lo exterior; viviendo el reino de la apariencia y la superficialidad, pretendemos embellecernos a costa de cirugías; cultivar nuestros espíritus a través de resúmenes y condensaciones escritas de fácil digestión, en fin, hemos evolucionado poco desde su época hasta hoy.
          Sorprendente su estilo, de ese ser atormentado por la vida, que no encuentra una razón que lo mantenga “vivo” por sí solo. Un romántico por excelencia. Un bendito "maldito", este fue Baudelaire.


[1] Charles Baudelaire cita textual en una de sus cartas: “... aunque mi padre fuera un artista detestable, esas antigua­llas tienen un valor moral para mí.”
[2] En concreto lo hace en el poema XXV que así empieza: Harías pasar al mundo entero por tu calle de miseria, / ¡mujer impura!...
[3] Todavía las únicas existentes en francés.
[4] Hay que destacar su oportunismo revolucionario que raya con lo absurdo. De hecho y durante las revueltas, sugiere a sus compañeros de armas fusilar a su padrastro.
[5] Otra razón poderosa para su exilio fue la que busco Charles de que se le reconociera fuera de Francia su talento ya que su país natal no supo reconocérselo. Se supone que también esto le impulsó de manera determinante a irse de Francia.
[6] En cuanto a la figura de su madre y lo que ella piensa de él, Baudelaire lo deja entrever a través de sus poemas donde la madre reniega del hijo poeta, leyéndose entre líneas: “No sirves para nada, condenatorio del artista en toda época quizá al no poder desempeñar trabajos comunes al resto de la gente”
[7] Sólo Hugo le escribirá “Usted ama lo Bello. Deme la mano. Y en cuanto a las persecuciones, son grandezas. ¡Coraje!”. También recibe el apoyo de Sainte-Beuve, de Théophile Gautier al que lo dedicó siendo su maestro y amigo y lo apoyaron algunos poetas jóvenes
[8] Referido a la edición de Antoine Adam para Editions Garnier (1961)
[9] Vemos la imagen de la mujer a través de este fragmento de Las Flores del Mal: “Una noche en que estaba con una horrible Judía, como un cadáver tendido junto a otro, pensaba, al lado de aquel cuerpo vendido, en esta triste belleza de la cual mi deseo se priva”.
BIBLIOGRAFÍA
BATAILLE, G. “La literatura y el mal” Editorial Taurus, Madrid 1981
BAUDELAIRE, C.  “Las Flores del Mal” – Edición de Manuel Neila. Editorial Renacimiento, 2010.
BAUDELAIRE, C.  “Las Flores del Mal” – Edición de Eduardo Marquina. Editorial Alhuila, 2001.
CAMPAÑA, M. “Baudelaire, juego sin triunfos” Editorial Debate, Barcelona 2006
DE AZÚA, F. “Conocer Baudelaire y su obra” Editorial Dopesa, Barcelona 1978
SCHLOSSER, J. “La Literatura Artística”. Cátedra, Madrid 1986
GLOSARIO DE OBRAS DE C. BAUDELAIRE
Las obras de Baudelaire
  • El Salón(1845-1846)
  • La Fanfarlo (1847)
  • Du vin et du haschisch (1851)
  • Fusées (1851)
  • L'Art romantique (1852)
  • Morale du joujou (1853)
  • Exposition universelle (1855)
  • Les Fleurs du mal / Las flores del mal (1857)
  • Le Poème du haschich (1858)
  • El Salón de 1859 (1859)
  • Los paraísos artificiales (1860)
  • La Chevelure (1861)
  • Réflexions sur quelques-uns de mes contemporains (1861)
  • Richard Wagner et Tannhäuser à Paris (1861)
  • Pequeños poemas en prosa o Spleen de París (1862)
  • El Pintor de la vida moderna (1863)
  • L'œuvre et la vie d'Eugène Delacroix (1863)
  • Mon cœur mis à nu (1864)
  • Les Épaves / Los despojos (1866)
  • Curiosidades estéticas (1868)
  • El arte romántico (1869)
  • Journaux intimes (1851-1862)

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