Piet Mondrian (Pieter Cornelis Mondriaan) - Amersfoort, Holanda, 7 de marzo de 1872 - Nueva York, 1 de febrero de 1944 - fue conocido mundialmente por su faceta artística, hijo de un profesor de dibujo y pastor calvinista, también se dedicó a la enseñanza.Su padre fue quien le introdujo en las artes pictóricas; él mismo diseñaba litografías devotas para su iglesia, de modo que no dudó en enseñar a dibujar a su hijo desde la niñez.
Piet fue también maestro y ocupó la plaza de Jefe de maestros de primaria en la escuela de Winterswijk. Había estudiado Bellas Artes en la Academia de Arte de Amsterdam en la que ingresó en 1892 y con esta titulación se habilitó como profesor. También se inscribió en una parroquia protestante radical llamada 'Gereformeerde Kerk' que estaba ligada al conservador Partido Antirrevolucionario.
Muchacha con cofia |
De sus tiempos de estudiante, en los que ningún momento destacó a nivel académico, quedan una serie de ilustraciones y frescos de escenas cotidianas muy influenciados por los ideales del siglo XVII. Sus trazos, sencillos y en absoluto ambiciosos, mostraban una realidad idealizada y bucólica. Un buen ejemplo de ello es "Muchacha con cofia escribiendo", una obra que probablemente realizó durante las clases con el maestro August Allebé. Las modelos que pasaban por el estudio eran en su mayoría actrices y bailarinas, algo que el de Amersfoort prefirió ignorar: heredero de una cultura que consideraba blasfemas las imágenes del cuerpo, prefirió representar a una campesina de tiempos pasados, una muchacha atada a un contexto ya casi inexistente en la época.
Pasada la edad de veinte años, bajo el influjo de los paisajes preimpresionistas, Mondrian se centró en los alrededores de Amsterdam. Aunque las obras que elaboró por aquel entonces parecían ignorar el arte moderno europeo, en ellas ya podían vislumbrarse algunos elementos característicos de su pintura posterior. Es el caso de las líneas rectas, una esquematización de la realidad imposible de encontrar en la naturaleza. Algo similar ocurría con el uso del color, artificial y brillante, como si hubiese pretendido evocar su entorno en vez de recrearlo.
Pese a su evidente tendencia a la innovación, representada por estos pequeños atrevimientos pictóricos, Mondrian continuó atado a los valores tradicionales de su padre hasta bien entrada la treintena. Fue entonces que, seducido por el discurso esotérico de Madame Blavatsky, abrazó los principios de la teosofía. Esta doctrina sincrética, que combina postulados del espiritismo y de muy diversas religiones, influyó al pintor de manera decisiva; al fin y al cabo, lo más importante para él era la idea de un universo absoluto, un mundo inteligible al que sólo puede accederse mediante la iluminación. Creía que el arte, como modo de desarrollo espiritual, trascendía el velo de las apariencias y mostraba la verdadera esencia de las cosas. No es de extrañar, pues, su posterior giro hacia la abstracción.
Jan Toorop |
Refugiado en la colonia de artistas de Domburg, dejó para la posteridad una serie de frescos paisajísticos que bien podrían considerarse un manifiesto teosófico. Estos, en absoluto académicos, priman la experiencia del cuadro por encima de cualquier otro aspecto; los colores brillantes, herencia del holandés Jan Toorop, gotean parcialmente y dejan algunas áreas desnudas, permitiendo reconocer el material del lienzo. Además, los trazos, gruesos y toscos, se sirven de las líneas horizontales y verticales para transmitir un mensaje: mientras que los primeros hacen alusión a lo femenino, los segundos representan el principio de la masculinidad.
Fue esta peculiar etapa, una clara ruptura con el calvinismo, la que le dio la fama nacional a Mondrian. En 1911 conoce a los Cubistas en París y capta toda la importancia de ese cambio radical de la construcción y de la función de la obra de arte. Mondrian cambió la ortografía de su firma de Mondriaan a Mondrian para firmar sus obras. En París su estilo se esquematizó de manera radical. Durante este proceso, en el que se vio atraído por los entornos urbanos y comenzó a pintar fachadas de edificios, su arte terminó por alcanzar la abstracción.
Poco tiempo después, a causa de la delicada salud de su padre, el holandés se vio obligado a dejar Francia. De vuelta a Holanda en 1914, se vincula al movimiento neoplástico y funda con Van Doesburg la revista «De Stijl». Fruto de esta estrecha colaboración, el neoplasticismo dio sus primeros pasos.
A partir de este momento, la vida de Mondrian estuvo plenamente ligada al nuevo movimiento artístico, que buscaba alcanzar la verdad objetiva a través de la eliminación de lo superfluo. La pintura, abstracta y equilibrada, debía jugar con líneas, planos y cubos; en el aspecto cromático, todo se reducía al blanco, al gris, al negro y a los tres colores primarios.
Perfiló con rigor su poética de los valores primarios o estructurales de la visión: la línea, el plano, el color. Fue quizá el artista que más contribuyó al nuevo planteamiento del arte y de la arquitectura, centrado en la abstracción concreta, logrando llevar a su culminación el proceso de abstracción.
«Hasta ahora —escribía en «Le Néo-plasticisme: principe general de l'équivalence plastique»—, ningún arte ha podido considerarse puramente plástico, porque predominaba el consciente individual... Al dominar en nosotros y fuera de nosotros, lo individual describe. También lo universal está en nosotros, pero sólo si no está tan consciente en nuestra conciencia (individual) como para llegar a ser pura apariencia... El desequilibrio entre lo individual y lo universal crea la tragedia y se manifiesta en plástica trágica. En todo lo que es, ya sea forma o corporeidad, predomina lo natural: esto crea lo trágico. Lo trágico de la vida conduce a la creación artística: el arte, en cuanto abstracto y opuesto a lo concreto natural, puede preceder a la desaparición gradual de lo trágico. Cuanto más crece lo trágico, más puro se hace el arte... La nueva plástica, la expresión de la realidad vital del abstracto, no se ha liberado completamente de lo trágico, pero ya no está dominada por éste...»
La finalidad de todo su trabajo es, por tanto, liberar al mundo de lo trágico. Toda su investigación, planteada como una progresiva conquista de la abstracción pura, desde sus inicios post-impresionistas, pasando por su personal y «abstracta» interpretación del Cubismo, hasta la definición de su extraordinario «grafismo» pictórico, está basada en un riguroso misticismo teosófico que le llevará a concebir el arte en términos de sacralidad abstracta.
«El medio plástico debe ser el plano o el prisma rectangular en color primario (rojo, amarillo, azul) o el no-color (blanco, negro, gris)... La equivalencia de los medios plásticos es necesaria. Aunque sean diferentes en dimensión y en color, tendrán, sin embargo, el mismo valor. El equilibrio indica, en general, una superficie grande de no color o de espacio vacío y una superficie más bien pequeña de color o de materia.»
Todo su trabajo, en sus infinitas y extraordinarias variaciones, está basado en esta regla, que, por otro lado, Mondrian supera cada vez con su poética, mística y fuerza de transposición estética.
Entre sus textos teóricos cabe citar el diálogo «Natuurlijke en abstráete realitat» (Realidad natural y realidad abstracta), que publicó en «De Stijl» a lo largo de once números. De 1920 es su texto «Le Néo-plasticisme»; el término es la traducción francesa de la expresión holandesa «Nieuwe beelding», y fue publicado en las ediciones de la Bauhaus de 1925.
Llegada la década de los treinta, y pese a su creciente fama, Mondrian sufrió las penurias de la recesión económica. En 1938 llega a Londres y vive de vender acuarelas de factura comercial. Pero muy pronto, tras los bombardeos sobre la capital británica, se traslada a Nueva York, donde, enamorado del dinamismo de la ciudad y de la música de jazz, realiza algunos de sus trabajos más extraordinarios, como Broadway boogie-woogie que hace vibrar a base de un cromatismo vivo y cortado en ritmos dinámicos como «acelerados» por el fraccionamiento en unidades rítmicas menores, sincopadas.
Hasta ese momento, las características rectas que compartimentaban sus cuadros habían sido siempre negras, con alguna rara excepción en blanco; en este caso, para transmitir optimismo y vitalidad, optó por convertirlas en brillantes líneas conformadas por pequeños fragmentos de colores primarios. De esta forma, consiguió emular el ritmo rápido y vibrante del piano.
Aunque Broadway boggie-woogie supuso un importante cambio en la carrera del pintor, lo cierto es que el amor por la música le venía de su etapa parisina. Escuchaba y bailaba jazz con asiduidad y, de hecho, su arte podía considerarse una improvisación sobre el tema del color. Cuando su pincel se movía sobre el lienzo, lo hacía imitando la brusquedad y las rupturas de sonido propias del género. Aquel holandés era, no había duda de ello, un digno heredero del 'swing' de la América negra.
Toda la pintura de Mondrian es una operación sobre nociones comunes; es decir, sobre los elementos de la línea, del plano, de los colores fundamentales. Todos los cuadros de Mondrian entre 1920 y 1940 se parecen entre sí: una «parrilla» de coordenadas que forman cuadros de distintas dimensiones y contienen colores elementales con el predominio frecuente del blanco (luz) y la casi constante presencia del negro (no luz). Cada uno de ellos depende de una sensación perceptiva ( por tanto, sensorial y emotiva) distintas: pero, en términos de valores, el resultado es siempre el mismo. Cualquier experiencia de la realidad, por distinta que sea, debe al final revelar la estructura constante de la conciencia.
Mondrian demuestra: 1) Que no cambia la percepción de un color, y la valoración del color percibido cambia de acuerdo con la amplitud del área que cubre o su forma (un rectángulo más o menos pronunciado, colocado hacia arriba o a lo ancho). 2) Dos zonas con extensiones distintas (un recuadro grande y uno pequeño) tienen el mismo valor cuando esa distinta extensión está compensada por las diversas profundidades de tono; análogamente, dos tonos distintos tienen el mismo valor cuando su diferencia está compensada por la mayor o menor extensión de los recuadros.
En cuanto a su planteamiento moral, Mondrian desea, a través de su expresión artística, «eliminar lo trágico de la vida»; y para él, lo trágico es todo cuanto procede del subconsciente, de los complejos de culpa o poder, de superioridad o de inferioridad.
Por ello puede decirse que, a pesar de la intencionada frialdad de su pintura (o precisamente debido a ella), Mondrian fue, después de Cézanne, la conciencia más alta, más lúcida y más civil de la historia del arte moderno. Buscó hasta su muerte lograr una empresa ética: el arte como guía para la humanidad a través de la pureza y la claridad.
Piet Mondrian abandonó este mundo a la edad de 72 años el día 1 de febrero de 1944 víctima de una neumonía. Dejó inconclusa su obra Victory boogie-woogie. Está enterrado en el cementerio de Cypress Hills en Brooklyn. A su funeral asistieron pintores tan conocidos como Marcel Duchamp o Marc Chagall.