Considerado un género menor dentro de la pintura. Siempre por debajo de las representaciones de figuras humanas que son, para algunos pintores y tratadistas, el culmen de la obra pictórica. Las naturalezas muertas o bodegones se han ganado un lugar amplio e importante en las colecciones de todo amante de la pintura que se preciase a lo largo de la historia.
Esta calificación de género menor viene recogida ya en los textos de Antonio Palomino que en su Parnaso no hace mención a grandes pintores de bodegón si estos no destacaban además en otras artes pictóricas. Así le ocurre a Pedro de Camprobin (1604-1674) o Francisco Barrera (1595-1658) que era “pintor de tienda”. Mientras que si habla de pintores como Van Der Hammen (1596–1631) o Sánchez Cotán (1560-1627) que para él son grandes pintores que hacen además naturalezas muertas a las que se refiere como “bodegoncillos” o de que tienen “habilidad para pintar la fruta” [1] también demostraban maestría en otros géneros.
En la época, sólo Francisco Pacheco, a la par suegro de Velázquez, defendió esta corriente y contestó a Carducho diciendo: “¿Los bodegones no se deben estimar? Claro está que sí, si son pintados como mi yerno los pinta, alzándose en esta parte sin dejar lugar a otro y merecen estimación grandísima: pues con estos principios y los retratos… halló la verdadera imitación del natural” [3].
Los autores españoles le dieron a las naturalezas muertas una personalidad que los distingue de los flamencos o italianos, dotando a sus bodegones de un halo casi místico y religioso. Tal es así, que aún hoy, muchos de ellos, continúan colgados en antiguas sacristías catedralicias. Impregnados de altas dosis de simbolismo, lo que a primera vista podría parecer una cocina de la época, si se analiza detenidamente, nos revela objetos sublimados, ofrendas sagradas y representaciones de personajes bíblicos sin la necesidad de usar la figura humana.
La salida que daban los autores a estos bodegones era muy diversa, mientras que en algunas tiendas y ventas al aire libre se podían encontrar bodegones y había pintores que se dedicaban a este menester, estos no eran grandes maestros y en muchos casos eran de una calidad pésima. El hecho de que un pintor reconocido trabajase para una tienda rebajaba su estatus. Algunos autores optaban por enviar sus obras a las indias pero la incertidumbre tanto de si llegarían como del regreso del pago hacían de este método algo arriesgado. La mayoría de los compradores de bodegones procedían de la iglesia y de la aristocracia de la corte y compraban de manera puntual, por encargo.
Los bodegones, también conocidos como naturalezas muertas, son unas pinturas que representan objetos sin vida en un espacio determinado. Son animales de caza, frutas, flores, utensilios de cocina, de mesa o de casa, antigüedades, etc. Este género se sirve de unos exquisitos arreglos llenos de encanto, de colores y de una iluminación fina que produce un efecto de serenidad, bienestar y armonía.
Podemos buscar sus orígenes en la antigüedad tanto en Roma como en Egipto. Eran frescos los que adornaban tumbas o casas con estas imágenes de frutas y jarras a modo de bodegón. Aparecían también en mosaicos de diversos orígenes. Pero realmente se convirtió en un género muy popular a partir del siglo XVII. Posiblemente porque le daba al artista una libertad de acción en la colocación de elementos dentro de la composición mucho mayor que otros géneros.
EL BODEGÓN EN EUROPA
EL BODEGÓN EN EUROPA
En el Sur de Europa se prefirió el naturalismo de Caravaggio y se puso menos énfasis en el minucioso detallismo propio del norte de Europa. En Francia, los pintores de bodegones se vieron influidos tanto por la escuela septentrional como por la meridional, tomando prestado de la pintura de vanitas de los Países Bajos y de los arreglos libres de España.
Canasta de Frutas - Michelangelo Merisi (Caravaggio) (1598-99)
Oleo sobre lienzo (Pinacoteca Ambrosiana de Milán)
Desde finales del siglo XVI, este género pictórico ya existe con algunas referencias a lo largo de toda Europa, lugar en el que se da origen al género del bodegón. Este género fue muy cultivado en la pintura holandesa. El bodegón se independizó en el nuevo clima artístico de los Países Bajos, con el nombre de stilleven [4]. Mientras los artistas encontraban oportunidad limitada para producir la iconografía religiosa, que durante mucho tiempo había sido su principal industria, y ahora estaban prohibidas en la iglesia protestante reformada holandesa. Los pintores atraían a las crecientes clases medias holandesas con los bodegones. Holanda nos proporcionará obras como Naturaleza Muerta de 1640 en el que incluye finas mantelerías y cristalerías excepcionales y que pinta Jan Davidsz de Heem (1660-1683), el más grande de los pintores de bodegones de Europa.
Muchos artistas italianos destacados en otros géneros, también produjeron algunos cuadros de bodegones. En particular, Caravaggio (1573-1610) fue uno de los primeros artistas que representó naturalezas muertas. Aplicó su influyente forma de naturalismo al bodegón. Su Cesto con frutas (1600) es uno de los primeros ejemplos de bodegón puro, presentado con precisión y ubicado a la altura del ojo. Entre otros bodegones italianos, La cocinera, de Bernardo Strozzi (1581-1644), es una «escena de cocina» a la manera holandesa, que es por un lado un detallado retrato de una cocinera, y por otro, la representación de las aves de caza que está preparando. En una manera semejante, uno de los escasos bodegones de Rembrandt, Muchacha con pavos reales muertos combina de igual manera un simpático retrato femenino con imágenes de aves de caza.
El bodegón alemán siguió de cerca los modelos holandeses. El pintor alemán Georg Flegel (1566- 1638) fue un pionero en el bodegón puro sin figuras y creó la novedad compositiva de colocar los objetos en gabinetes, armarios y cajas. Se especializó en naturalezas muertas de comidas, banquetes, desayunos, aves y flores.
EL BODEGÓN EN ESPAÑA
El bodegón se convierte en uno de los grandes géneros de la pintura barroca. La importancia que adquirió el bodegón en la España del siglo XVII sólo ha empezado a ser reconocida en fechas recientes. La escasa representación de bodegones pintados por artistas españoles en las colecciones reales y, en consecuencia, su reducida representación en los primeros momentos del Museo Nacional del Prado, pudo ser un factor determinante del olvido que pesó sobre este género hasta bien entrado el siglo XX. En España, los artistas comenzaron a dedicarle al bodegón una atención particular. Los cuadros los llenaban de emotividad y simbolismo a través de las frutas y de las flores. Destacan por tener una personalidad singular y una sensibilidad humilde, profunda e impregnada de un sentimiento casi religioso. Los primeros artistas españoles utilizan el naturalismo tenebrista, de influencia italiana. Según avanza el siglo XVII la pintura, influida por la escuela flamenca, pasa a ser más dinámica, colorida y luminosa. A continuación veremos acada una de las escuelas: la castellana, la andaluza, la valenciana y otros subgéneros del bodegón.
ESCUELA CASTELLANA
Blas de Prado (1545-1599) y su discípulo Juan Sánchez Cotán (1560-1627) son considerados los padres del bodegón en España y por tanto unos de los autores más importantes a la materia que nos referimos en este trabajo. Ser maestro de Cotán sitúa a Blas de Prado en los orígenes del bodegón español, aunque ninguno de su mano se haya conservado.
Buena parte de la fama actual de Sánchez Cotán se apoya en sus bodegones. A petición de la clientela, copiaba total o parcialmente sus bodegones a partir de un número reducido de originales. Sus bodegones se sitúan en el interior de una fresquera o cantarera de la que sólo se dibuja la parte inferior, con la que se justifica el fondo densamente negro. Sobre ese fondo, con luz dirigida que puede calificarse de tenebrista [5], se destacan las piezas de caza, frutas y hortalizas fuertemente iluminadas y tratadas con un dibujo preciso, muy diferente del modelado que emplea en sus cuadros religiosos [6].
Todos sus bodegones fueron pintados antes de ingresar como monje cartujo. Eran coetáneos de los que se hacían en Italia y diferían de ellos por su toque tenebrista, ya que mientras en Italia se estilaban los fondos claros; las frutas y hortalizas de Cotan se recortan sobre un fondo negro del que emergen de manera dramática. Los elementos que reproduce Sánchez Cotan en sus bodegones son de un realismo mágico y un detallismo, si cabe, que se puede anunciar de excesivo. Estos vegetales están colocados con una minuciosidad geométrica pareja al detalle en una ventana o una fresquera, marco que se repetirá en todas las obras de este pintor. Los elementos de sus obras aparecen apoyados o colgando de cuerdas con una intensa quietud que emana fuerza y vida de un modo casi religioso. Reminiscencias de Navarrete y los pintores escurialenses que se plasman en bodegones como Bodegón de hortalizas y fruta y el Bodegón del cardo, en el que reduce los elementos compositivos con sentido de forma y disposición, haciendo de él una obra extraordinaria. Son verdaderos arquetipos castellanos del género. La severidad e los elementos compositivos, la justeza, la veracidad de lo representado, la atmósfera espiritual en la que parecen inmersos los objetos, los convierte en instantáneas de la vida cotidiana [7].
Todos sus bodegones fueron pintados antes de ingresar como monje cartujo. Eran coetáneos de los que se hacían en Italia y diferían de ellos por su toque tenebrista, ya que mientras en Italia se estilaban los fondos claros; las frutas y hortalizas de Cotan se recortan sobre un fondo negro del que emergen de manera dramática. Los elementos que reproduce Sánchez Cotan en sus bodegones son de un realismo mágico y un detallismo, si cabe, que se puede anunciar de excesivo. Estos vegetales están colocados con una minuciosidad geométrica pareja al detalle en una ventana o una fresquera, marco que se repetirá en todas las obras de este pintor. Los elementos de sus obras aparecen apoyados o colgando de cuerdas con una intensa quietud que emana fuerza y vida de un modo casi religioso. Reminiscencias de Navarrete y los pintores escurialenses que se plasman en bodegones como Bodegón de hortalizas y fruta y el Bodegón del cardo, en el que reduce los elementos compositivos con sentido de forma y disposición, haciendo de él una obra extraordinaria. Son verdaderos arquetipos castellanos del género. La severidad e los elementos compositivos, la justeza, la veracidad de lo representado, la atmósfera espiritual en la que parecen inmersos los objetos, los convierte en instantáneas de la vida cotidiana [7].
Siguiendo el estilo de Sánchez Cotán, está Alejandro de Loarte (1590/1600 - 1626). Sus bodegones se asemejan en cuanto a contenido y formato. Aporta un naturalismo típicamente flamenco, con influencias boloñesas, tal como apuntan Angulo y Pérez Sánchez, señalando la innovación que suponen sus bodegones en la pintura española, con figuras a modo de pintura de género. En sus cuadros, la caza muerta, el realismo en la descripción descarnada de las piezas se muestra con una personalidad fuertemente definida frente a otros artífices de esta temática [8].
Loarte compone simétricamente partiendo del eje central, dando más importancia a este punto. Su dibujo es muy cuidado, aunque tal vez no llegue al nivel de perfección de Cotán. En sus bodegones se observa su gusto por la simetría, aunque sus composiciones muestran cierta tendencia al apelotonamiento. Su obra más conocida es La gallinera, que sigue un estilo muy flamenco. Las figuras del cuadro no están tan logradas como la naturaleza muerta que aparece en él [9]. También debemos destacar Bodegón con Caza y frutas de 1623 en el que ofrece una exhuberancia compositiva y cromática que lo equipara en intención a los artífices flamencos cultivadores de este género.
Este estilo de bodegón también es seguido por Felipe Ramírez con Bodegón con cardo, francolín, uvas y lirios. Encuadra el bodegón en el mismo marco y utiliza mismos elementos, introduciendo un jarrón dorado con violetas [10]. Los frutos de la tierra fueron los más utilizados por los pintores españoles para la composición de los bodegones destinados a decorar las casas y los palacios.
Uno de los especialistas más destacados de este género es el español Juan Van der Hammen y León (1596–1631). Sus primeras pinturas tienen pocos elementos y aparecen en el hueco de ventana. Son simétricos, buscan el orden y la claridad. Sus obras poco a poco evolucionan hacia aspectos más decorativos e introduce cambios en la composición. Los objetos aparecerán en repisas escalonadas. Cambia el formato del cuadro utilizando el vertical y potenciando a nivel compositivo la diagonal.
Entonces pinta cestas de pasteles, cerámica, vidrio... como en Bodegón con dulces y recipientes de cristal o Bodegón con alcachofas, flores y recipientes de vidrio. También introduce el bodegón de flores con cuadros como el Bodegón con florero y perro que en su observación lo podemos dividir en dos planos compositivos.
ESCUELA VALENCIANA
Uno de los autores que más ha aportado al bodegón es José de Ribera (1591-1652). El motivo no lo encontramos en que tenga una prolífica obra en este género. Es modelo, es inspiración inspirador para pintores de bodegón.
Su estilo, la forma que da a sus lienzos, su modo particular de aplicar la luz y el color, tan tenebrista y sobre todo, esa técnica a la hora de retratar los objetos de una manera exacta: dotándolos de volúmenes mediante la utilización de la propia pasta pictórica, espesa y grasa, la utilización de la luz parar acabar de cincelar las formas definidas y sus relieves. Ello influyó en autores posteriores que utilizaron su técnica para dar forma a los objetos que reflejaron en sus bodegones [11].
ESCUELA ANDALUZA
Entre todos los pintores de este género, destacó Francisco de Zurbarán (1598-1664). Original, con atmósfera propia y de una manera inconfundible, junta lo humilde con lo poético desde una proyección de mística y sencillez. Ejecuta un dibujo impecable en el que domina el volumen. Objetos cotidianos conforman sus bodegones. Hizo del bodegón un género simple a medio camino entre la estética y la mística. Sus bodegones expresan algo sublime, una realidad simbólica. Se disponen de manera ordenada: la luz usada procede de las figuras y simplifica los colores. Con sólo un bodegón firmado por él, el resto son solo atribuidos; pero en todos se puede notar la detallista y exacta mano del maestro.
Agnus Dei - Francisco de Zurbarán (1635-40) Oleo sobre lienzo (Museo del Prado- Madrid) |
Los objetos de Zurbarán son más que corderos y frutas. Están dotados de divinidad y de un sentido propio más allá del sentido terreno de los mismos. “Solo al ver uno de sus bodegones nos percatamos de que ser fruta, taza, servilleta, plato o cacharro es algo casi tan esencial como ser hombre” dice del maestro Julián Gallego [12]. Destaca su Naturaleza muerta con jarra y tazas o el Bodegón de cacharros naturalismo y tenebrismo. Y todas ellas las enmarcamos en el bodegón.
En cuanto a la obra de Diego Velázquez podemos destacar algunas composiciones a modo de bodegón, aunque las acompañe con personajes humanos. En 1618 y realizada en Sevilla encontramos uno de los más conocidos y brillantes ejemplos: Vieja friendo huevos. El cuadro representa una vieja cocinando en un anafe. Un perfecto cromatismo para un cuadro que adorna con un mortero, una cebolla, otro jarro y la jarrita con el plato y el cuchillo en tan gustosa naturaleza muerta en la mesita junto a la mujer que cocina atareadamente. En este cuadro se ve una gran destreza del maestro en la imitación de la naturaleza muerta, marcando la textura y colorido de unas figuras perfectamente definidas. Esta misma destreza con los objetos la vemos en otros cuadros como Los Borrachos o El Almuerzo en que nos presenta el pan, vaso y comida sobre mantel blanco alrededor del cual se sientan los comensales.
En cuanto a la obra de Diego Velázquez podemos destacar algunas composiciones a modo de bodegón, aunque las acompañe con personajes humanos. En 1618 y realizada en Sevilla encontramos uno de los más conocidos y brillantes ejemplos: Vieja friendo huevos. El cuadro representa una vieja cocinando en un anafe. Un perfecto cromatismo para un cuadro que adorna con un mortero, una cebolla, otro jarro y la jarrita con el plato y el cuchillo en tan gustosa naturaleza muerta en la mesita junto a la mujer que cocina atareadamente. En este cuadro se ve una gran destreza del maestro en la imitación de la naturaleza muerta, marcando la textura y colorido de unas figuras perfectamente definidas. Esta misma destreza con los objetos la vemos en otros cuadros como Los Borrachos o El Almuerzo en que nos presenta el pan, vaso y comida sobre mantel blanco alrededor del cual se sientan los comensales.
Detallista en sus obras, se pone de relieve en cuadros como La Tentación de Santo Tomás de Aquino en la que hace una composición con la banqueta, el tintero, los libros y la pluma que veremos en alguna vanitas. Podemos destacar también entre las obras de este maestro la del bodegón que nos presenta en el cuadro Cristo en casa de Marta y María. La escena de la cocina en primer plano sirve de introducción a la escena religiosa del fondo, donde Velázquez ya empieza a jugar con las diferentes vistas dentro de un propio cuadro, no sabiendo el espectador si ese fondo es un cuadro, un espejo o una ventana.
El formato de la composición da más importancia al fondo que al primer plano. Para finalizar: El aguador de Sevilla. El cuadro está dominado por las figuras y sus acciones. Pero la fuerza de los objetos y el claroscuro unifica todas las partes del cuadro y enfoca la atención sobre el vaso de agua detallado y brillantemente compuesto como bodegón [13].
SUBGÉNEROS DEL BODEGÓN
Con origen en el primer tercio del siglo SVII, el bodegón genera una serie de subgéneros que en España también tiene una representación que no debemos olvidar y que dará frutos a lo largo del siglo. Los motivos florales y las vanitas podemos decir que son los subgéneros más destacados que surgen a la sombra del bodegón en nuestro país. Sobretodo, alcanza una gran popularidad en España el bodegón floral que ofrece un atractivo visual y una técnica que permite la combinación de los espacios vegetales entre sí, o con elementos ornamentales, arquitectónicos o de paisaje [14].
Juan de Arellano (1614 – 1676) es discípulo de Juan de Solís. Absorbió influencias de artistas italianos y flamencos gracias a los cuadros existentes en colecciones madrileñas. Destaca en este género con bodegones florales como Canastilla de flores y Florero de Paisaje en los que aparecen numerosas flores de las distintas épocas del año.
También Pedro de Camprobín (1605-1674) que muestra un delicado sentido del color y una notable precisión en el dibujo. Junto a los jarrones metálicos y decorados, que le sirven de base, acostumbraba a disponer un pequeño vaso de vidrio o algún cuenco de cerámica con agua, lo que le permitirá demostrar su capacidad para la reproducción de texturas y brillos. Algunas flores y pétalos caídos sobre la mesa dotan a la composición de un aspecto casual. Encontramos ejemplos en lienzos como Bodegón de flores y frutas o en Florero y recipiente de cristal.
Las vanitas serán otro subgénero del que tenemos algunos ejemplos en España si bien no fue excesivamente prolijo. Vanitas es sinónimo de vanidad. Una categoría particular de bodegón que tiene un alto valor simbólico. Su título y su concepción se relacionan con un pasaje del Eclesiastés: vanitas vanitatum omnia vanitas y el memento mori [15].
El mensaje que pretende transmitir es la inutilidad de los placeres mundanos frente a la certeza de la muerte, animando a la adopción de un sombrío punto de vista sobre el mundo. Servirían como un mensaje moralizante de lo efímero de los placeres de los sentidos. En las vanitas aparecen calaveras, relojes, velas… referencias al tiempo, al paso del tiempo y a la muerte. A menudo varias de las frutas y flores se muestran comenzando a pudrirse o decaer para insistir en la misma consideración. Con raíces en Holanda, en España aparecen de la mano de varios autores [16].
Antonio de Pereda (1608-1678) adaptó varias vanitas a cuadros de composición, como La Vanidad de 1636 y se centró, a la par, sobre todo en el tema religioso. Este vallisoletano hijo de pintor hizo una de las obras más enigmáticas y singulares de la pintura española de todos los tiempos: El sueño del caballero a la que también él llamó Desengaño del mundo. Quedan reflejadas en este cuadro todas las vanidades terrenas que aparecen sobre una mesa donde se acumulan bellos y significativos objetos a los que se une el carácter simbólico, como la calavera, las máscara, las flores y los libros, lo que sirve al artista para llevara acabo un ejercicio de técnica y concepción estética. En un sillón aparece el caballero dormido, apoyando la cabeza sobre la mano izquierda mientras un ángel extiende una filacteria en la que puede leerse: asterne pungit cito, volat et occidit. Este cuadro le valió una notable celebridad en la corte con tan sólo 25 años de edad [17].
El mensaje que pretende transmitir es la inutilidad de los placeres mundanos frente a la certeza de la muerte, animando a la adopción de un sombrío punto de vista sobre el mundo. Servirían como un mensaje moralizante de lo efímero de los placeres de los sentidos. En las vanitas aparecen calaveras, relojes, velas… referencias al tiempo, al paso del tiempo y a la muerte. A menudo varias de las frutas y flores se muestran comenzando a pudrirse o decaer para insistir en la misma consideración. Con raíces en Holanda, en España aparecen de la mano de varios autores [16].
Antonio de Pereda (1608-1678) adaptó varias vanitas a cuadros de composición, como La Vanidad de 1636 y se centró, a la par, sobre todo en el tema religioso. Este vallisoletano hijo de pintor hizo una de las obras más enigmáticas y singulares de la pintura española de todos los tiempos: El sueño del caballero a la que también él llamó Desengaño del mundo. Quedan reflejadas en este cuadro todas las vanidades terrenas que aparecen sobre una mesa donde se acumulan bellos y significativos objetos a los que se une el carácter simbólico, como la calavera, las máscara, las flores y los libros, lo que sirve al artista para llevara acabo un ejercicio de técnica y concepción estética. En un sillón aparece el caballero dormido, apoyando la cabeza sobre la mano izquierda mientras un ángel extiende una filacteria en la que puede leerse: asterne pungit cito, volat et occidit. Este cuadro le valió una notable celebridad en la corte con tan sólo 25 años de edad [17].
También está Juan de Valdés Leal (1622-1691), sevillano, con una gran tendencia al tenebrismo de las vanitas. Heredero del bodegón compone una serie de alegorías de la muerte realizadas para el hospital de la Caridad. Busca un efecto moralizante y certero en el espectador. En sus cuadros usa el movimiento, el dramatismo y el colorido, como en In ictu oculi de 1672 en el que la muerte se alza sobre un magnífico bodegón que simboliza los poderes terrenales. Este cuadro es un heredero absoluto del bodegón del primer tercio de siglo.
El Siglo XVII ha sido, sin duda, el siglo del bodegón y el primer tercio, como hemos visto, el germen. Un género que se alumbró en los albores el siglo y que nos ha dejado un largo crisol de ejemplos en artistas de todas las épocas aportando nuevas composiciones, forma y color.
[1] CALVO SERRALLER, F. La teoría de la pintura en el Siglo de Oro, Cátedra. Madrid, 1991, p. 155
[2] DOMINGUEZ ORTIZ, A. y OTROS. Velázquez. Museo del Prado, 1990, p. 76
[2] DOMINGUEZ ORTIZ, A. y OTROS. Velázquez. Museo del Prado, 1990, p. 76
[3]. DOMINGUEZ ORTIZ, A., Op. Cit., p. 77.
[4] Stilleven significa “naturaleza tranquila”. En las lenguas romances, y en ruso, se prefirieron los términos más relacionados con la“naturaleza muerta”.
[5] Cotán forma parte de los pintores del tenebrismo toledano junto a Luis Tristán y Pedro Orrente
[6]ANGULO ÍÑIGUEZ, D y PÉREZ SÁNCHEZ, A. Pintura toledana de la primera mitad del siglo XVII, Madrid, Instituto Diego Velázquez, CSIC. (1972). p 59- 60
[7] MORALES Y MARÍN, J. L. La pintura en el Barroco. Espasa Calpe, S. A. 1998. p.130.
[8] Ibid. p. 128.
[9] AYALA MALLORY. Del Greco a Murillo. Pintura española del Siglo de Oro (1556-1700) Editorial Alianza, 1991. p. 120
[10] AYALA MALLORY. Op. Cit. p. 123
[11] PEREZ SANCHEZ, A. Pintura Barroca en España (1600 – 1750), Editorial Cátedra, 1992. p.45
[12] GALLEGO, J y GUDIOL, J. Zurbarán (1598 – 1664). Ediciones Polígrafa, 1976
[13] AYALA MALLORY. Op. Cit. p. 159
[14] DOMINGUEZ ORTIZ, A. y OTROS. Op. cit. p. 68.
[15] “Vanidad de vanidades, todo es vanidad” y “acuérdate de que vas a morir” sería la traducción de ambos términos. Suele usarse para identificar un tema frecuente, o tópico, en el arte y la literatura que trata de la fugacidad de la vida.
[16] BUSTAMANTE GARCÍA, A. El siglo XVII. Clasicismo y Barroco. Editorial Silex, 1993, p. 53
[17] MORALES Y MARÍN, J. L. La pintura en el Barroco. Espasa Calpe, S. A. 1998. p. 202
BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA
ANGULO ÍÑIGUEZ, D y PÉREZ SÁNCHEZ, A. Pintura toledana de la primera mitad del siglo XVII, Madrid, Instituto Diego Velázquez, CSIC. (1972).
ANTONIO SÁENZ, T. El siglo XVII español. Historia del Arte, nº 22. Historia 16, Madrid, 1999
AYALA MALLORY, N. Del Greco a Murillo. Pintura española del Siglo de Oro (1556-1700). Editorial Alianza, 1991.
BUSTAMANTE GARCÍA, A. El siglo XVII. Clasicismo y Barroco. Editorial Silex, 1993.
CALVO SERRALLER, F. La teoría de la pintura en el Siglo de Oro. E. Cátedra. Madrid, 1991
CAMÓN AZNAR, J. La pintura Española del siglo XVII, Summa Artis, Vol. XXV. Espasa Calpe, Madrid, 1977.
CASPER BOTT, G. Naturaleza Muerta. Editorial Taschen, 2008.
DOMINGUEZ ORTIZ, A. y OTROS. Velázquez. Museo del Prado, 1990.
GALLEGO, J y GUDIOL, J. Zurbarán (1598 – 1664). Ediciones Polígrafa, 1976.
MARTÍN GONZÁLEZ, J. Historia del Arte. Enciclopedia Tomo II. Arte Moderno y Contemporáneo. Editorial Gredos.
MORALES Y MARÍN, J.L. La pintura en el Barroco. Espasa Calpe, S. A. 1998
PEREZ SANCHEZ, A. Pintura Barroca en España (1600 – 1750). Editorial Cátedra, 1992.
PORTÚS PÉREZ, J. Pintura Barroca española. Guía publicada por el Museo del Prado, 2001.
VARIOS AUTORES. Historia del Arte. Grupo Ágora. Editorial Akal, 1999.
No hay comentarios:
Publicar un comentario