ASPECTOS SOCIALES Y FUNCIONALES DE LA MÚSICA EN EL PERIODO CLÁSICO- ROMÁNTICO



El siglo XVIII  es un importante periodo de transformaciones. Trae consigo infinidad de cambios de todo tipo a lo largo y ancho de Europa. De ellos, sin duda, los más importantes son los profundos cambios sociales que se producen, así como el definitivo desarrollo intelectual que aporta la Ilustración, que se convierte en un hecho plasmado en la tendencia a lo racional y a lo natural común a la mayor parte de Europa. El trasfondo ideológico de sus cambios influye en la libertad religiosa, en nuevas teorías políticas, en el anticlericalismo ilustrado, en la independencia americana, en la revolución francesa.  Estos cambios se traducen también en una necesidad social de cultura, afán por la información de todo tipo y de manera inevitable afecta a la sociedad, a las artes y por supuesto, a la música.

Hasta 1750 se había estado componiendo una música que solemos llamar “barroca”, merezca o no  este nombre. Y a partir de 1750 se impone una nueva forma de hacerla y de entenderla que solemos llamar clásica. El clasicismo proporciona a la música un carácter de modelo de excelencia convincente y perdurable. Hay una cierta uniformidad en las diferentes ciudades europeas que comparten un lenguaje común, y que eclosiona con un periodo musical galante. El giro fundamental que se produce en torno a la música se concreta de manera indudable si observamos el trato, la concepción, la valoración y las reflexiones que de ella se realizan.

El panorama europeo de la música en los primeros años del siglo XVIII era el siguiente: en Francia la mejor música que se podía escuchar se oía en Versalles y en la Ópera. También en las iglesias y en los conventos, dada la importancia que el reinado de Luis había concedido a las ceremonias religiosas. En Italia, hacia 1700, es Venecia la capital de la música. Desde 1637 contaba con el teatro de San Cassiano, primera ópera pública que prodigaba a esta ciudad de montajes de óperas continuamente.  Un promedio de 10 operas por año a partir de 1700. En Alemania debemos fijarnos en Hamburgo, por entonces primer puerto de Europa. Allí funciona una ópera pública desde 1678. En ella triunfan óperas alemanas en una época en que sobretodo interesaban las óperas italianas en toda Europa. En cuanto a Inglaterra, debemos fijarnos en Londres. En esta ciudad la vida musical fue siempre muy activa. Cuenta con el teatro público Lincoln´s Inn Field desde 1661. Pero a partir de 1673 comienzan a organizarse en Londres conciertos públicos. El concierto por suscripción, bajo patrocinio de un promotor permitió a muchos músicos vivir de ellos, aunque tenían que completar sus ingresos impartiendo clases de música. Esto supuso un cambio fundamental en la manera de disfrutar de la música. Recordemos que en el siglo XVII, no se podía escuchar música buena más que en las iglesias, en las casas particulares de ricos y acaudalados aficionados o aristócratas o bien, en la misma Corte.  El concierto público de pago será una gran novedad del siglo XVIII propiciando unos nuevos aspectos sociales y funcionales a la música. Esta fórmula se extenderá por toda Europa.

Es la música civil la que predominará. La nueva fórmula, además, permite a los músicos romper con el exclusivo sistema de patronazgo en el que los compositores se vuelven meros proveedores y en su mayoría se veían obligados a adaptar su genio al gusto de su patrón. A lo largo del periodo clásico romántico se convierten en independientes. Desde el temprano ejemplo de Mozart que ya en 1781 deja su trabajo para el arzobispo y se independiza. No obstante, no todos contaron con éxito económico, pues su fama no se vio compensada. Como bien sabemos, Mozart murió en la miseria. La separación entre las clases sociales que sigue rigiendo en la sociedad va diluyéndose en cuanto al acceso de la artes. Por ello, la música que era aún propia de la aristocracia y de la burguesía urbana va alcanzando al pueblo, que accede a la música con más facilidad.

Se consagraron los grandes virtuosos que adquieren cada vez mayor prestigio. Muchos compositores compartían sus cualidades con su brillantez como ejecutantes de instrumentos. Muchos ya alcanzado el siglo XIX vivirán incluso como directores de orquesta.

El público que se lo podía permitir recorre largos caminos para ir a escucharlos. La ópera sirvió también a los cambios sociales y funcionales de la música. Anclada en un severo corsé italiano abrió sus puertas al público que reclamaba temas más abiertos y mundanos que las problemáticas de densa factura intelectual. Así desde la llamada “opera seria” barroca se adapta una “opera bufa” que usaba personajes y situaciones comunes con la funcionalidad de alcanzar un estilo mucho más popular. Esto puede interpretarse como un deseo de educar musicalmente a la población del último estamento o democratizar el arte. Fue tema de discusión y reflexión para entendidos y aficionados la forma de ver y usar la ópera, que combatía entre los extremos italianos o franceses. No podemos dejar de mencionar como el estreno de La Serva Patrona de Pergolesi desencadenará pasiones. La opera, fruto de este ensanchamiento de las audiencias hacia las clases medias llegará ya en el siglo XIX a cumplirá un claro papel sociopolítico. Y tendrá en Wagner un nuevo modo de ver la unión de las artes en un acto en el que la música continua revoluciona la manera de disfrutar y entender el mensaje del compositor operístico, que busca manera de comunicar y difundir nuevas ideas basadas en viejos mitos.

Pero no perdamos de vista que el siglo XVIII fue el siglo de la música instrumental. La sinfonía y la música de cámara ganan solidez y prestigio. Los instrumentos a cargo de solistas muestran primores novísimos. Las formas musicales acrecientan su número a la vez que perfeccionan su calidad. Los conjuntos instrumentales adquieren cohesión y fijeza crecientes. También aumenta el número de sus individuos consolidándose la orquesta.

La nueva manera de ver la música trajo de la mano el desarrollo de obra musical escrita convirtiéndose en un prolífico negocio. La demanda impulsó a la imprenta musical que desarrolló un nuevo método de tipografía para la impresión de partituras que permitía abaratar los costes y difundirlas  a un bajo coste. Y esta oferta sirvió a su vez a la difusión de la música. Las copias manuscritas por copistas que se dedicaba a conciertos puntuales y escasos, que era limitada, cara y escasa abre camino a una nueva función de la música que con la impresión de partituras llega al ámbito doméstico y alcanza a esa clase media que estaba especialmente interesada en la música.  

La consecuencia de esto se vio de manera inmediata. La edición de una música de repertorio más fácil de ejecutar que está orientada a no profesionales de la música. Pero también la edición de obras que se divulgan por doquier permitiendo la interpretación múltiple por diversos puntos de Europa lo que facilitó una democratización de la música. Clara consecuencia de esta adaptación funcional de la música a un ámbito más doméstico lo observamos con un indicador sin duda novedoso. En la última década del siglo XVIII se desarrolla una rica y floreciente industria de la construcción de instrumentos musicales. Llega a tal nivel que incluso esta industria se ve obligada a innovar para estos nuevos usuarios de la música. Recordemos como se abocó a lo largo de este periodo a la fabricación de pianos verticales adaptados en tamaño y forma a los hogares diferentes a los habituales pianos de cola, de mayor tamaño, que eran utilizados en los conciertos.

La música es ya a finales del periodo clásico, coincidiendo con el cambio de siglo, una manera de entretenimiento que se ha visto reflejada incluso en la aparición de una prensa musical. La gran demanda de música por parte de la clase media conecta también con el fuerte impulso de la difusión del periodismo en este siglo. El mayor punto de contacto entre estos dos polos es, sin duda, la crítica musical: hablar y escribir sobre música, convirtiéndose en motivo de análisis. En estos comentarios críticos se hace referencia a la evolución de los estilos, las polémicas y discusiones entre compositores y pensadores, se valoran y evalúan los conciertos públicos, o incluso, años después se buscarán relaciones de la música con otras disciplinas. Llegará a lo largo del XIX esa crítica a formular sus juicios basándose en valores subjetivos y surgirá un volumen considerable de escritos de crítica musical que partirá muchas veces de los propios músicos. Tendrán un tono literario más que técnico y con muchas referencias a los intelectuales de la literatura o de la poesía de la época. Y de aquellos ciudadanos que acceden a la música ya en su casa  surgirán numerosos diletantes y expertos en otras materias que se atreverán también a escribir sobre música y la criticarán basándose en impresiones subjetivas.

La música también impulsa a los editores, que se dirigen a esa clientela a través de las revistas de noticias musicales que llegan a unas 260 publicaciones periódicas musicales y cuyos lectores son ese mismo público de los conciertos.

La música no había sido nunca tan libre como lo será ya en el siglo XIX. Los príncipes ya no ejercen presión sobre ella y la industria no ejerce aún ninguna dictadura del gusto que amenace a los creadores. Los compositores pueden decir lo que quieren. El público puede escuchar sus obras como mejor les plazca. A veces se olvida lo importante que fue el  ferrocarril en estos cambios ya que a partir de 1814 facilita mucho las carreras deslumbrantes de los músicos románticos. Los viajes se hacen más rápidos y son menos agotadores y menos costosos, lo cual incita a los compositores a multiplicar las ejecuciones de sus obras. Esto es algo nuevo. Antes, para cada ocasión era necesaria una composición nueva. A partir del siglo XIX se representa por doquier y varias veces cada obra. Una obra de Haydn era escuchada por un pequeño número de contemporáneos que tenían acceso a él o los medios necesarios para desplazarse y tras un tedioso y largo viaje llegar al lugar en dónde podía escucharla. Ahora ya no es así. En el XIX,  escuchar una obra no es ya una ocasión única e irrepetible. Se multiplican las ocasiones y los lugares donde escucharla. Esto socialmente invita a un acercamiento aún mayor a la música suscitando un mayor interés.

Todos estos cambios, influencias sociales y funcionales del periodo clásico y romántico, todo este recorrido que hemos dibujado entre los albores del siglo XVIII y el ocaso del siglo XIX nos deja convivencia de estilos y fijación por unas nuevas motivaciones de la música hacia un público y de este hacia la músicas. Un nuevo y latente negocio que se consagra con  la democratización y difusión de la música y que la conducirá hacia la eternidad al reflejarla en el futuro (lo que será el siglo XX) en los formatos de grabación y que proporcionará un nuevo uso a la misma facilitando una incipiente industria musical. Una industria que ha tenido su origen en este largo periodo referido en el que los temas se concentran en visiones místicas, leyendas medievales y no han dejado de lado la función de la música como unidad e identidad nacional vinculada a intereses políticos. Y así la música se consagra como la más ideal de las artes gracias a un nuevo concepto social y funcional que ha surgido a lo largo de este periodo. Y por todo ello, orientada por y para el público nos deja claros ejemplos como la sinfonía programática o el poema sinfónico que atrajo a todo ese publico ávido de sentimientos románticos. Una comunión entre el compositor y el espectador en una nueva etapa abierta al estatus funcional y social de la música para épocas posteriores.


BIBLIOGRAFÍA

  • BURKHOLDER, GROUT y PALISCA “Historia de la Música Occidental” Alianza Música, 7ª Edición 2008
  • COMELLAS, J.L. “ Historia Sencilla de la Música ”. Ediciones RIALP, Madrid, 2008.
  • DE CANDÉ, R.  Invitación a la Música”. Editado por FCE, Madrid, 1980.


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