BREVE ESTUDIO ICONOGRÁFICO-MUSICAL EN UNA OBRA DE MICHELANGELO MERISI CARAVAGGIO

Descanso en la huída a Egipto (1596-97)  Óleo, 130 x 160 cm
Museo Galleria Doria, Roma



El sobrino de Clemente VIII era Pietro Aldobrandini. Él o su hermana encargaron esta pintura al por entonces, protegido del Cardenal Del Monte: Caravaggio.

Michelangelo Merisi da Caravaggio nace en Milán un 29 de septiembre de 1571 y muere miserable y abandonado en una playa en Porto École el 18 de julio de 1610 tras una intensa y controvertida existencia. Fue un pintor italiano activo en Roma, Nápoles, Malta y Sicilia, entre los años de 1593 y 1610 y es considerado como el primer gran exponente de la pintura barroca. Esta  obra pertenece a su segunda estancia en Roma entre 1592–1600. Tras diversas vicisitudes acaba bajo la protección del cardenal Francesco María Del Monte. Para el cardenal y su círculo amante del arte, Caravaggio ejecutó un gran número de obras de cámara. Caravaggio adquiere una nueva forma de realismo, pues por primera vez le son encargados trabajos religiosos. La contrarreforma necesitaba adornar sus virtuosos templos, y él fue uno de los comisionados para ilustrar sus nuevos templos. De este grupo de obras es la pintura referida. Su autoría no es discutida. Los cuadros de esta etapa catapultaron a la fama a Caravaggio.

La  escena que nos ocupa se desarrolla bajo un roble. Todo sucede en un abigarrado primer plano. A un lado se abre un paisaje; más allá de la sombra del otoñal roble un estanque, un sotobosque, y un lejano perfil de colinas bajo un cielo que se apaga con suavidad. La composición es muy clara y se divide por la figura del ángel con alas de golondrina visto desde atrás, La escena  se encuentra organizada en torno a él, que toca el violín de espaldas.

A su izquierda se encuentra san José, que sostiene una partitura. Retratado muy realista, como  un viejo cansado. Se encuentra junto a la de la burra. En el extremo inferior izquierdo, un frasco protegido por mimbre que portará probablemente vino. Está  bien cerrado, con un trapo. Y un atillo en forma de saco en el que la familia lleva sus ropas. Ambas cosas son una notable huella del pintor hacia la vocación de que la vida sigue, es decir, la imagen viva y eficaz de los objetos inanimados.

A la derecha del ángel, rodeado de exuberante vegetación, está la Virgen con el Niño dormido en sus brazos. Una Virgen novedosa, de cabellos rojos y que se apoya sobre el niño, un gesto muy humano para una representación tan divina. Ambos se representan en una forma idealizada y la belleza de sus características naturales contrasta con la presentación de San José.

Del mismo modo que en las composiciones de medio cuerpo, las figuras se encuentran concebidas como naturalezas muertas, mostrándose un gran interés en las texturas y calidades. Este  cuadro es una de la pocas pinturas de Caravaggio en la que existe un paisaje, incluso es una de las pocas en las que hay fondo ambiental

En cuanto a  la partitura no está de forma casual, sino que siguen una verdadera pieza musical. El tema de la música nos transporta al mundo de la refinada clientela de Caravaggio, en la que la noche de conciertos y espectáculos fueron apreciados y frecuentes. Pero de este asunto hablaremos posteriormente

Esta obra: la de La Huida a Egipto de la Sagrada Familia, es una obra de tema religioso que nos evoca a una escena bíblica del Nuevo Testamento pero cuya representación es de contenido iconográfico básicamente apócrifo. Cuando Heródes se entera de que los magos han desobedecido sus órdenes y que han regresado a su tierra sin indicarle dónde estaba el Niño, monta en cólera y manda matar a los niños varones menores de dos años. José, alertado en sueños por un ángel, huye a Egipto con Jesús y con María. Mateo es el único de los evangelistas canónicos que recoge esta historia y su relato es simple y conciso:

“...Después que ellos [los magos] hubieron partido, un ángel del Señor se apareció en sueños a José diciéndole: Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto. Y estáte allí hasta que yo te avise. Porque Herodes ha de buscar al niño para matarle. Levantóse José y, de noche, tomó al niño y a su madre y se retiró a Egipto”.
(Mateo, 1:13-15)

Tan escueta narración no permitía que la inspiración artística cobrara vuelo. Pero la imaginación popular creadora superó este inconveniente y recurrió a las fuentes que tradicionalmente han enriquecido y adornado al arte cristiano: los Evangelios Apócrifos y las leyendas orales. Estos Evangelios, rechazados por la Iglesia ya en el siglo V colmaban, sin embargo, las expectativas de los creyentes al completar y ampliar esa parte de la historia que se omitía en los Evangelios canónicos. Efectivamente, los Evangelios ortodoxos (Mateo, Marcos, Lucas y Juan), parcos en sus líneas generales, son insuficientes para explicar la fecunda riqueza iconográfica de las imágenes plásticas cristianas.

El episodio de La Huida a Egipto es uno de los que más se ha beneficiado con el aporte —exuberante y fantasioso en ocasiones— de las leyendas apócrifas. Las fuentes que tratan el tema son el Protoevangelio de Santiago (siglo II), el Evangelio del Pseudo Mateo (siglo VIII o IX), los Evangelios árabe y copto de José el carpintero y los Evangelios árabe y armenio de la infancia. Esta es una composición con una larga tradición iconográfica anterior, desde mosaicos bizantinos encontramos en relieves, tablas, frescos y cuadros representaciones de lo más variopintas de este episodio bíblico.

Entrando en el terreno iconográfico musical encontramos presente como instrumento fundamental y único en la escena el violín, del que hablaremos a continuación.





El violín (etimología: del italiano violino) es un instrumento de cuerda frotada que tiene cuatro cuerdas afinadas por intervalos de quintas: SOL2, RE3, LA3 y MI4. La cuerda de sonoridad más grave (o "baja") es la de SOL2, y luego le siguen, en orden creciente, el RE3, LA3 y MI4. En el violín la primera cuerda en ser afinada es la del la; ésta se afina comúnmente a una frecuencia de 440Hz, utilizando como referencia un diapasón clásico (de metal ahorquillado) o, desde el siglo XX, un diapasón electrónico.

En esta escena reconocemos un violín barroco. El mango o astil es más corto que los actuales. En la práctica de la época, a penas se movía la mano a lo largo del mango. Como consecuencia, este era más corto. (ver foto comparativa). Además, el menor movimiento de la mano izquierda evitaba tener que sujertar el violín como se hace en la actualidad. Si nos fijamos, el ángel lo apoya sobre su hombro. En la actualidad se sujeta con una mentonera, lo que facilita el movimiento de la mano, con total libertad por todo el mango. Por último, la forma de agarrar el arco. Se trata de un arco sin tensor, motivo por el que el ángel lo agarra a la altura que lo hace y no por el extremo como en la actualidad.

En el barroco el violín era sostenido indistintamente apoyándolo sobre el pecho, la clavícula o el hombro y, en este último caso, el mentón podía descansar sobre el cordal o sobre la tapa, a la derecha del cordal, aunque todo hace suponer que preferían sostener el instrumento sólo con la mano izquierda, muy probablemente para no opacar su sonido. Las almohadillas para apoyar la barbilla no fueron introducidas hasta el siglo XIX.

El arco era sostenido livianamente balanceado sobre una zona que iba desde la cejilla hasta unos 5 u 8 centímetros más arriba de ésta, y estaba suspendido sobre las cuerdas con el codo colgando flojamente, ya que todavía no era necesario ejercer una presión mayor. Quienes intenten manejar un arco barroco, deben olvidar las modernas técnicas de enseñanza que dividen el arco en una parte inferior, otra media y una superior; el arco barroco sólo tiene la parte media extendiéndose hacia uno y otro lado.



Volviendo a la iconografía de la escena que nos ha pintadoCaravaggio, el lugar de la escena parece una de esas coordenadas donde dimensiones diferentes se encuentran. Música humana en humanas manos ante los ojos de un ser sobrenatural. Una de las cuestiones que llaman más la atención es el aspecto de sonoridad musical que conlleva el cuadro en si mismo. Y esto, Caravaggio lo demuestra en una detallada partitura que sujeta San José y se puede ver a continuación.








Identificada recientemente dicha obra por Franca Tinchieri Camiz y Agostino Ziino, el texto musical, sostenido por José e interpretado por el ángel violinista, es un motete en honor a la virgen “Quam pulchra es et quam decora” ("Qué bonito eres") del flamenco Noël Bauldewijn (1480 - 1529), inspirado en un conocido pasaje del “Cantar de los Cantares” dedicado a la virgen. Esta elección refuerza el enfoque del autor hacia el tema del Niño dormido y la protección de María. El conocido tema del Descanso durante la huida a Egipto, se convierta en un intermedio musical y, a su vez, en una alusión a la íntima relación entre Esposo y Esposa como alegoría de la relación íntima entre Cristo y su Iglesia, representada ésta a través de la Virgen.



Himno a la Madre, a su consuelo divino, el cuadro suscita un verdadero sentimiento armónico que impregna nuestra atención. El recurso a un orden musical nunca alcanza en la obra de Caravaggio tal punto de intensidad alusiva.

Un ángel luminoso ha descendido para interpretar una música hermosa, sin palabras, aunque las palabras son evidentes ... ¡Qué hermosa eres, y cuán suave ...! el amado ha enviado un músico a su amada, a un lado de la pintura están madre e hijo, amada y amado, por un misterio no se trata de incesto, abrazados y adormecidos. Al fondo los campos, ellos bajo un roble en mitad del campo, y como en el Cantar de los Cantares no falta música, de la mejor, bien interpretada por una criatura sobrenatural, un hombre y una bestia son el público asombrado ante tanta maravilla, ellos no comprenden, pero tampoco parece que sea necesario . “Para ti lo guarde todo, toda clase de frutas, nuevas y añejas, para ti estuvieron pensadas; no son los frutos del árbol de la ciencia, son los frutos del amor, no en vano en hebreo la mandrágora es el fruto del amor y la granada la manzana de la fecundidad, la vid es el vino ...”

Se pueden apreciar en las caducas hojas del roble, absolutamente encendidas por el transcurrir de las estaciones, la tranquila luz del momento, la tenue envoltura de las notas que recorren palmo a palmo los espacios del lienzo. La actitud fetal de la Madre haciendo cuerpo con el Niño, los pies recogidos de José, todo indica calma, dulzura, interioridad. También aquí la gama cromática de tonos cálidos y otoñales ilustra plásticamente la sensación de sueño y de música angelical. El pintor propone una poesía inédita en la que todas las artes se fusionan y ambiciona restablecer el estatus de su arte, tan capaz como la poesía y la música (sin embargo superiores según el ideal platónico) para expresar, emocionar y convencer. En el sustrato de esta poesía pictórica, la presencia de la música produce una reconciliación completa: insinúa el pensamiento de los personajes adormecidos, emparentando el tema representado con un “soñar despierto”. El ángel músico y su cómplice José, atril viviente, podrían ser la visión interior de María, visión milagrosa que nos es desvelada mediante la magia de los pinceles del artista.

Todo es natural, incluso lo sobrenatural, en la tarde de Noviembre en el rincón junto al estanque. La cuestión de la música en está pintura ha sido tratada con mucho detenimiento. Tuvo que ser en Noviembre por cuestiones cromáticas, yo no podría imaginar esa sutil polifonía a cuatro voces entre verdes y frescas hojas, hoy al volver hacia casa he cruzado la amplia avenida jalonada por formidables robles, estaban pletóricos, repletos de un verde intenso al que el verdor claro y fresco de los nuevos brotes daba un brillo especial, pero cada tiempo tiene su música, volverá Noviembre y volveré a ver esas hojas de encendidos colores, de fondo la música y lo sobrenatural, cada color tiene su música.

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